-Puede ocurrir un suceso...
La frase original llevabab la marca registrada de un guía turístico brasilero, de precario castellano, que sin perjuicio de aclarar que el índice delictivo en Porto Seguro era casi nulo, sugería a lo flamantes turistas no frecuentar de noche los oscuros callejones de la ciudad mas antigua de Brasil si no querían ser víctimas del hampa. Ocurrir un suceso, representaba entonces para nosotros, la posibilidad de que se materializara en los hechos lo peor. En este caso, quien profería el cliché era Noch, a la vez que las luces se volvían mortecinas y atravesábamos un descampado buscando a tientas un transporte público que acortara la brecha de 7 kmts que nos separaban del hotel.
-Boludo, puede ocurrir un suceso en serio, eh? Mirá lo que es esto....
Los corazones se nos paralizaron por un momento cuando un Fiat Palio que venía quemando cubiertas clavó los frenos 10 metros delante nuestro y una persona amagó con bajar. Falsa alarma. Probablemente más perdidos que nosotros retomaron su ruta luego de un brevísimo debate. La travesía, mientras tanto adquiría una tonalidad cada vez más oscura. Habíamos llegado a la costanera, pero tanto el colectivo como cualquier otro signo de humanidad brillaban por su ausencia.
De pronto frenõ un auto y nuevamente renació la angustia. Esta vez el piloto sí se dirigió a nosotros. Era un hombre robusto, de estatura media, con una pronunciadísima panza y de fina barba que ocultaba parcialmente ese típica tez mulata que abunda en Brasil. Su pronunciación cerrada sumada a nuestro escasísimo portugués y, probablemente, a los nervios del momento, dificultaban la conversación. Finalmente interpretamos que nos estaba invitando a subir.
Subir a un auto particular de desconocido, a esas horas, en ese país y particularmente en esa zona?
-Y... si total estamos jugados. Dale, subimos.
Ni Ray Bradbury ni Julio Verne ni cualquier otro escritor de ciencia ficción hubiese imaginar jamás la concatenación de hechos que se suscitaron a partir de esta decisión.
(CONTINUARA)
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