miércoles, julio 02, 2008

El conductor



Con dos derrotas seguidas, un equipo diezmado y sin arquero, la mano el domingo estaba jodida. En ese contexto, el que se calzara los guantes para ocupar el arco debía ser un hombre con nervios de acero, porque de verdad que era un fierro caliente. Y si de fierros hablábamos, sólo un hombre podía cumplir con esa faena: Rolo Speroni.

Para los que no lo conocían hasta el domingo, acá está de cuerpo entero este enfermo de los autos de carrera. Número puesto para reemplazar al Colombia, luego de que éste anunciara su partida, Rolo rehusó al compromiso de ocupar el arco más grande de la UBA porque su fanatismo por los autos de carrera le habían hecho asumir con anterioridad un compromiso para con dos pilotos, a los que acompaña por todo el territorio argentino los fines de semana de carrera (o sea, prácticamente todos).

Pero como este fin de semana no había o no podía o no se qué, y encima el sónico no estaba, el debut en el arco se tornó un posibilidad ineludible. Y así se dio nomás.

Llegó y arengó con un "Vamos que si ganamos quedamos a 5 de la punta", que demostró compromiso y estar interiorizado por partes iguales.

Enseguida llegó el gesto polémico de la tarde: abrió el bolso y se puso la amarilla de Fútbol y Tenis, en un gesto que la mayoría interpretó como "Me calzo esta para que vean esos putos (?) como se juega con huevos", aunque a un pr de días del partido alguien más cuerdo la podría entender como "Uso esta porque es cómoda y está buena" o incluso, un mucho más modesto "Uso esta porque no tengo otra". No importa, el gesto sumó (?).


Si bien se comió el gol (?) -de penal-, cortó unos cuántos centros y salió a romper con presencia, en una digna actuación a la que coronó con dos asistencias para el que asistió al que finalmente hizo el gol (no se si se cuenta eso en algún registro).

Como me tengo que ir a trabajar y estoy llegando tarde (?), esta es la mejor historia que tengo con Rolo, a quien conocí jugando en la selección de la UBA y que en los primeros veinte minutos de la primera práctica me "ofrendó" más indicaciones y gritos de aliento que los que había recibido en toda mi vida:

"Jugábamos de locales con la reserva contra CAECE, la más flojita de las universidades que disputaba el torneo. Estos partidos siempre terminaban 8 o 9 a 0 y no generaban mucha expectativa, aunque el buen clima de ese día había atraído a una buena cantidad de público.

Ganábamos 2 a 0 muy tranquilos, Rolo atajando y yo jugando de dos, cuando a los 5 minutos del segundo tiempo llegó una jugada fatídica. Que les puede pasar a los mejores. Nunca les pasó, pero les puede pasar (?).

Saque de arco desde la izquierda del área chica. Me perfilo como para dársela corta al 3 y salir jugando. Pero mientras tomo carrera veo que un delantero lo encima, entonces cambio drásticamente el perfil para dársela al 4 y hacer lo propio pero por la otra banda. Rolo, mientras, esperaba al borde del área menor. La cuestión es que, en plena carrera giro y la pego hacia el otro lado, con tanta mala suerte que le pega en la cola a Rolo, que justo había dado un par de pasos hacia adelante. La bocha, en una insólita carambola, rebota y se clava en el ángulo superior derecho.

Todavía escucho las risas de la gente de afuera, las muecas sarcásticas de los rivales que festejaban el gol menenado la cabeza como diciendo "qué muertos son" y el cruce de miradas con Rolo buscando una pala cercana para enterrarnos y no salir de ahí jamás.

¿Cómo terminó la historia? El juez anuló el gol, porque como afirma el reglamento, la pelota en el saque de arco tiene que salir del área. De todas formas, fue el papelón más grande que vivimos dentro de un terreno de juego".

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