Los arqueros son personas bastante particulares. Desde el mismo momento en que prefieren tocar la pelota con la mano en lugar de empujarla con el pie, uno puede ver a las claras que son diferentes al resto. Ni mejores, ni peores.
Diferentes. O especiales, quizás.
El asiduo lector de la página ya lo habrá comprobado con la inagotable usina de historias que ha generado el colombiano a lo largo de este último lustro. También probablemente se habrá sorprendido con "
algunas de arquero" (como dice el Diego) que se mandaron "Figaza", Batata y
el recordado (?) Martín Clopet.
En ese contexto, Fede Percovich, el guardameta que nos hizo el aguante el último sábado, no es la excepción y aún antes de cumplir los 30 años,
carga sobre sus espaldas más historias que el Imperio Romano. Este abogado, de casi tres décadas pero rostro aniñado (?), tuvo vocación por el arco casi desde la cuna. Los que lo conocen con mayor profundidad afirman que gran parte de ese gusto por el arco lo generó su padre, con quien religiosamente concurre al cilindro de Avellaneda, a su platea vitalicia para ver a los 11 canes que visten la albiceleste, y que siempre lo quiso ver en el lugar que hoy ocupa Hilario Navarro.
La pasión de Fede por el arco lo llevó, siendo púber, a probarse en
Barracas Central, dónde luego de un par de exigentes (?) pruebas quedó. Tuvo mala suerte. Tapado por dos monstruos como... ehhhhhh, bueno, tapado por dos montruos, nunca pudo dejar de ser el tercer arquero del equipo y debutar en primera. Bueno, una vez casi: no me acuerdo que hecho fortuito (diarrea colectiva, o algo así) provocó que sólo 15 jugadores pudieran concentrarse y anotarse en la plantilla del partido. Entre ellos obviamente estaba Fede, aunque con un pequeño detalle:
También estaban los otros dos arqueros del plantel. Conclusión: nuestro 1 al banco, pero con la 15 de
delantero suplente (?), un recorte del Olé y una buena anécdota para contarle a los nietos (?). Cansado del manoseo de la dirigencia, se terminó retirando por la puerta de atrás.
Lo paradójico es que su mismo antecesor, que es técnico en el equipo en el que Fede juega el torneo abierto de la UBA,
lo coloca de stopper en su 11 titular (es fácilmente reconocible, por su vincha ochentosa con la que se recoje el pelo). De todas formas, no engaña a nadie. Es arquero y punto.
Más extraña todavía es su vida fuera de las canchas. Su CV es extensísimo y tiene como nota destacada un fugaz paso como camarero por el
Golden, el famoso boliche céntrico en el que las solteras queman sus últimos cartuchos antes de pasar por el altar una o dos semanas después. Gente que frecuenta dicha discoteca, recuerda verlo visto atendiendo con una muyyyy ajustada camiseta argentina, de la época del Conejo Tarantini.
Y por una cuestión de caridad no voy a hacer hincapié en sus interminables conquistas amorosas, sino que sólo diré que alguna vez una de sus circunstanciales compañeras lo dejó, luego de una noche de romance,
para ir a ver a sus nietos (?).
(Algunos de los datos no fueron chequeados como se debería, aunque en "lineas generales" la historia oficial es así. ¿O no, Fede?)