lunes, septiembre 24, 2007
Nene de antes
El fútbol es injusto en algunos sentidos. Hay jugadores que están condenados a vivir en el ostracismo, alejados de los flashes y de los titulares de los diarios, por el simple hecho de jugar veinte metros más lejos del arco rival que varios de sus compañeros. Estos ignotos soldados son los encargados de hacer el trabajo sucio, apegado a la táctica y poco vistoso, para que unos pocos recojan los halagos y las felicitaciones. Nadie los reconoce, son los primeros en salir en cuanto el entrenador se quiere congraciar con la afición y los últimos en ser aplaudidos cuando el triunfo es un hecho consumado. Pasan desapercibidos porque se los supone fácilmente reemplazables, y apenas un par de integrantes de esta raza logra escapar de su cruel destino. Estoy hablando, por ejemplo, de los números 3 o 4.
Apuesto el cincuenta por ciento de mi salario (?), a que nadie me puede confeccionar una lista con 5 laterales izquierdos destacados del mundo: Roberto Carlos, Ashley Cole, el petiso de alemania (no me acuerdo el nombre) y el Kitty Villagra (?) serían los mencionados, dejando el quinto casillero en blanco. Capaz juegan el mejor campeonato de sus vidas. Quizás el equipo se desmorone sin sus corridas sacrificadas por la banda zurda. Al periodismo no le importa. Si no la clavan desde 40 metros, el puntaje que reciben oscilará entre un 5 o un 6 según se trate de un buen partido o de un partidazo.
Y en esta lucha contra la ingratitud está el Piojo. Ex-3, que luego cambió de punta, entendió enseguida por donde venía la mano. Se avivó al toque de que jugando de lateral iba a dejar de ser un intocable como sí lo era en las épocas de FICDA, cuando por sus corridas electrizantes (?) como puntero izquierdo se lo comparaba con Claudio López. La diferencia con los 3 o 4 de nacimiento fue que el nene ya le había empezado a agarrar el gustito al elogio fácil: al aplauso por empujarla en la línea o por ganar un córner. La nueva realidad le indicaba que iba a tener que correr como un negro al puntero rival los 90 minutos, para que después de 4 o 5 quites consecutivos alguien le diga un angurriento "Bien, nene".
Decidido a dar batalla para seguir siendo parte del jet-set, eligió un camino peligroso: el populismo. De la noche a la mañana, allá por el lejano y turbulento 2002, Piojo empezó a vender humo. Pisadas intrascendentes y sobradoras, actitudes desleales para hacer tiempo, caños al borde de su propia área comenzaron a ser cosa de todos los días. Sus actitudes levantaban a la gente generando ovaciones e insultos por igual. Se lo amaba o se lo odiaba. No había término medio. En el fondo, era lo que buscaba.
Pero el tiempo fue dejando su huella en la vida del Piojo, y con el correr de los años descubrió que el sonido de un aplauso es incomparable al lado del alarido por un campeonato. Y que a éste sólo se lo obtiene a partir del trabajo de obrero de muchos y del lucimiento personal de pocos. Entendió cuál era su rol y la importancia del mismo, y paulatinamente dejó de comerciar humo al por mayor y en su lugar se compenetró con la marca y con el equipo.
El 2007 lo encuentra en el mejor momento de su carrera, clausurando partido tras partido el lateral derecho y cerrando con jerarquía por detrás del 6 y del 2. Ya no recibe el reconocimiento masivo, ni sus actitudes están en el tapete de los medios (como solía decir alguien que vos conociste bien, Javi), pero el ego personal se hizo a un lado y le abrió las puertas al verdadero jugador de fútbol. Su nueva actitud le quitó la trascendencia que tenían sus barrileteadas. No importa.
Desde acá va mi humilde reconocimiento a uno de los jugadores más regulares del Rocamora puntero 2007.
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