(Desde el exilio. Corresponsal exclusivo)
Por fin conseguí una computadora, acá, en estas lejanas tierras que me guarecen de las posibles represalias de las mafias colombianas. La vida es dura en estos parajes y extraño la comodidad habitual que caracteriza a la cosmopolita Buenos Aires. Pero es el precio que hay que pagar por cometer uno de esos errores que marca tu vida para siempre.
No voy a develar lo que hice durante estos días para no levantar la menor sospecha respecto del pueblo (si es que le cabe ese rótulo) en el que me cobijo. Simplemente puedo afirmar que el tedio me está, lentamente, consumiendo.
Sólo me entretiene mirar y remirar (?) las imagenes que atestiguan aquél domingo maldito. Las fotos, made in "Chichilandia (?)", son desoladoras y dan cuenta del frío, del polvo, del clima árido, de los vientos huracanados que cruzaban la cancha de lateral a lateral, del desarrollo desfavorable del trámite del encuentro. Muy probablemente, apenas abandone este antro y retome mis actividades habituales (si es que lo haga alguna vez), las queme para siempre para reprimir el recuerdo en lo más recóndito de mi inconsciente.
Solamente me voy a quedar con una. Y no porque me guste.
Lo esencial es invisible a los ojos, rezaba una frase del Principito, clásico de la literatura infantil y no tanto. La cita cobra vigor con esta foto de Chichi, que demuestra como pasar de ser un reportero amarillo a uno intelectual y culto en una semana.
Para pensarlo (?).
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