jueves, julio 12, 2007

Arte puro

(Desde el exilio. Corresponsal exclusivo)

Por fin conseguí una computadora, acá, en estas lejanas tierras que me guarecen de las posibles represalias de las mafias colombianas. La vida es dura en estos parajes y extraño la comodidad habitual que caracteriza a la cosmopolita Buenos Aires. Pero es el precio que hay que pagar por cometer uno de esos errores que marca tu vida para siempre.

No voy a develar lo que hice durante estos días para no levantar la menor sospecha respecto del pueblo (si es que le cabe ese rótulo) en el que me cobijo. Simplemente puedo afirmar que el tedio me está, lentamente, consumiendo.

Sólo me entretiene mirar y remirar (?) las imagenes que atestiguan aquél domingo maldito. Las fotos, made in "Chichilandia (?)", son desoladoras y dan cuenta del frío, del polvo, del clima árido, de los vientos huracanados que cruzaban la cancha de lateral a lateral, del desarrollo desfavorable del trámite del encuentro. Muy probablemente, apenas abandone este antro y retome mis actividades habituales (si es que lo haga alguna vez), las queme para siempre para reprimir el recuerdo en lo más recóndito de mi inconsciente.

Solamente me voy a quedar con una. Y no porque me guste.

Si no porque es una obra de arte, que logró capturar en el momento perfecto, el fragor de la lucha, los músculos tensos en una carrera que se siente como la última, el choque de dos masas que pugnan por el mismo objetivo. Desde mi humilde opinión, sustentada en los conocimientos adquiridos en dos años de historia del arte cursados en el secundario (?), la foto es la materialización de la Fe. Dos personas luchando codo a codo, regando la tierra de sudor, rociando sus extremidades de ácido láctico, embuidos por un espíritu inquebrantable, y todo eso para obtener algo que a simple vista no se ve. ¿Existe la pelota que los dos gladiadores intentan alcanzar a cualquier costa? Quién sabe. En la foto no la observa. Pero, ¿es alguien capaz de negarles la ilusión?

Lo esencial es invisible a los ojos, rezaba una frase del Principito, clásico de la literatura infantil y no tanto. La cita cobra vigor con esta foto de Chichi, que demuestra como pasar de ser un reportero amarillo a uno intelectual y culto en una semana.

Para pensarlo (?).



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