lunes, julio 23, 2007

No fue un picado, fue una picada

Si en los papeles, antes de comenzar el partido, Rocamora vs Leverbush era por historia y por presente, el partido de la fecha, los 90 minutos de acción terminaron por confirmarlo. Me va a costar mucho describir lo que fue un cotejo en el que hubo 8 goles, 5 palos, jugadas de peligro por doquier, un penal errado, amarillas y mucho, pero mucho dramatismo hasta el último minuto. Y además lluvia.

Sí, porque la lluvia también jugó su partido. Es cierto que genera errores, que hace incontrolables pases de un metro y que pone más pesada a la cancha. Pero el agua también bendice y purifica. Le da a los goles un tinte épico. Genera en los que van al piso y se embarran hasta la cabeza, una admiración semejante a la que se le prodigaba a los héroes de la mitología griega. Hace que el cansancio no se sienta y que desaparezcan los dolores musculares. Y, finalmente, agranda aún más la victoria.

Rocamora acaba de escribir otra de las páginas de su libro de grandes hazañas. Aquél que cuenta cómo sucumbieron dinosaurios de la talla de Misión Imposible, Junín, Costa Rica y Barrilete Cósmico. Ésta vez fue el turno de Leverbush. Fueron 5, pero podrían haber sido 10.

De un primer tiempo cauteloso y timorato, en el que igualmente no faltaron las emociones (además de los dos goles, hubo un travesaño y un penal errado), se pasó a un segundo tiempo palo y palo. Matar o morir. Eran 3 puntos, pero también estaba en juego la punta y, más importante aún, el honor.

La etapa complementaria fue una locura. 6 goles en total, con un Pollo intratable que marcó su enésimo hat-trick, para encaramarse en lo más alto de la tabla de goleadores. El arco de Van der Sar se venía abajo con cada remate en los postes, con cada tiro que devolvía el travesaño, con cada aproximación que algún defensor sacaba milagrosamente en la línea.

La pelota parada fue un elemento fundamental para la culminación de la gesta. 4 de los 5 goles llegaron por esa vía, e incluso el otro nació de un error de un jugador del Leverbush en el saque de... un tiro libre! Sufrimos 3 goles por la misma vía, pero no importó. La victoria ya estaba consumada.

Rocamora ganó y demostró que no arruga en las difíciles y que el equipo está por sobre todos los egos personales. Quién no se emocionó ayer con Drigo, sacrificando su condición de goleador, y en su lugar yendo al piso todo el partido y relevando a los centrales en las pelotas paradas. O si no con el Tecla, que a pesar de no haber podido marcar en una posición muy favorable en el rebote del penal ante otra inmejorable situación optó por cederle el gol al Pollo, que ya había convertido dos. O el mismo goleador, que bajaba en todas las pelotas paradas para defender la victoria parcial.

Son sólo ejemplos. En realidad todo el equipo jugó muy bien. La defensa sacó todo lo que le tiraron y apenas sufrió sobresaltos en alguno de los tantos tiros libres que llovieron en el área. El medio recuperó ese toque que lo caracteriza y también aportó mucho sacrificio. Y los de arriba cumplieron con su cuota goleadora.

El día después del triunfo es cuando se toma real conciencia de la magnitud del mismo. Ya bajamos a uno de arriba. Quedan 12 fechas y vamos por el buen camino. Ahora es cuando tenemos que concientizarnos más que nunca que no se pueden perder puntos, así no hay lamentaciones a fin de año.

Felicitaciones a todo el plantel y a comenzar a pensar en el partido del domingo que viene.

De regalo esta joyita del cameraman de turno (Repetto padre), digna del comienzo de Fútbol de Primera.

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